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Día de la excelencia

Licenciado Jaime Giraldo

Coordinador académico

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La última versión de nuestro manual de convivencia, que ha tenido algunas revisiones y actualizaciones, consideró importante crear un día especial para hacer un alto en el camino, al final de cada año, con el fin de darle un espacio de reconocimiento y crear una ceremonia donde los miembros de la comunidad estudiantil tuvieran un espacio solemne para destacar los esfuerzos más significativos de sus alumnos, profesores, administrativos y demás miembros de la institución.​


          En su articulado se plasma el interés por estimular los más diversos valores que florecen y engrandecen la convivencia escolar.
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          De alguna forma se quieren resaltar los resultados mejores, los esfuerzos más meritorios, el trabajo desinteresado que traspasa la barrera de lo meramente obligatorio, se quiere subrayar lo que de otra manera pasaría inadvertido o ignorado.
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         Creo firmemente que este tipo de acciones, como lo enseña la psicología, no sólo afecta positivamente al galardonado, sino que también muestra a la colectividad que hay ejemplos a seguir, que vale la pena luchar por lo que creemos, que la pertenencia no sólo es una frase de la cual podemos fácilmente echar mano, sino que debe traducirse en acciones cotidianas que desbordan horarios, funciones o responsabilidades mínimas, para estar en el momento y en el espacio que requiere el transcurrir institucional.
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         Para los alumnos es innegable su importancia y pertinencia, no en vano el muchacho que logra resultados académicos, deportivos o culturales, refleja en su rostro la satisfacción, y además arrastra a su grupo, a su área, a su jornada, contagiándolos de la misma euforia, y el efecto se multiplica por el misma ley sicológica que nos enseña que la identificación con los triunfadores nos permite también participar de sus galardones y éxitos.
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          Para el niño y el adolescente es mucho más fácil que para el adulto reconocer los méritos del otro. El niño refleja de inmediato su euforia, su alegría se manifiesta clara y nítidamente cuando el compañero de puesto es el mejor de su grupo, es el que pasa al frente y recibe el galardón.
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          En el adulto el proceso es menos emotivo, y a veces complejo y hasta doloroso; entran en juego otras consideraciones, otros intereses, y no pocas veces flaquezas del comportamiento humano como la envidia y la impotencia, sentimientos de culpa o mecanismos de defensa que de alguna forma nos impiden o nos entorpecen el proceso de reconocer en el otro fortalezas que no poseemos.
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          Muy difícil resulta entonces hacer una selección de los excelentes o mejores en una comunidad tal polifacética y plural como el INEM y que además deje satisfechos a todos.
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          Ojalá podamos todos, como lo éramos de niños, ser capaces de reconocer eufóricamente las grandezas de los demás y que la institucionalidad siga mostrando ejemplos a seguir.

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